Yezid Morales por Marco T. Polo

No. 7244 Bogotá, Jueves 12 de Noviembre del 2015

Yezid Morales por Marco T. Polo

Hace cuarenta y cinco años conocí a Yesid Morales Ramírez en aquel pueblo que nos lanzó de la Legión de María a la rebeldía y la búsqueda descreída, con la esperanza que nos propiciarían los libros.
Fue en un pueblo que aún no se llamaba Seminario en mis escritos, pero era el mismo pueblo donde amparado en lo gótico de Poe, pude crear alguna historia desde la fosa de un sepulcro, hasta el deseo de un país menos cruel.
Él tenía que ver con el arte.
Con aquel estudio de la esquina del teatro Alcázar donde un delgado y alegre pintor con nombre igualmente religioso, realizaba con paciencia pincelazos en colores que nos llenaban de asombro.
Luego fue un concurso de cuento.
El primero en que participé y cuyo jurado estuvo conformado por Jairo Mercado Romero un escritor costeño ya fallecido y el poeta del pueblo Yesid Morales Ramírez quien residía en aquella casa contigua a la de unos músicos, signada por una placa que decía, “Aquí canta un tiple”. Los jurados me preguntaron en aquella ocasión, si había leído a Ionesco o Beckett, porque a lo mejor mi escrito tuvo el regusto de lo grotesco para ese pueblo religioso, lo que me reportó el primer lugar.
Luego, mi primer cuento en letras de molde en un periódico de la capital. Y después, dos libros que publicara la Universidad y el Instituto de Cultura del Huila, donde regresé en algún San Pedro y en medio del jolgorio se mostraban libros.
En aquella época el pintor del pueblo ya había ocupado un cargo relacionado con la cultura y el arte y pude saludarlo de nuevo, en esa pequeña feria del libro en Neiva, donde me aseguró: “Los buenos estamos por aquí” y sacó de una fila el segundo de mis libros de cuento. Luego supe de sus exposiciones y de la publicación de varios libros de poesía.
Al presentar mi novela en Neiva, recibí de su mano el libro de poemas, “Monólogo de uno que no sueña”, al final le remití un ejemplar de “Armas de Juego”.
Una palabra virtual me permitió volver de nuevo a su encuentro.
Alguna vez, fue el único escritor huilense que al menos me agradeció por el envío que religiosamente hacía de mis reseñas desde éste blog. Finalmente, me tuvo en cuenta para su exposición privada, en una noche hermosa en casa de Mario Guzmán Perdomo el pasado 30 de Septiembre. La experiencia poética de esa noche la cuenta el video, la reseña de sus dos oficios la traigo así:

Yezid el pintor:

Un paisajista de la luz, que ve más allá del ego.
Puliendo del ripio lo oscuro de lo humano, penetra en su insondable sensación de energía vuelta color, de su paisaje interno procesado, del canto y el deseo de brillo.
Según sus propias palabras, aleja la oscuridad de sí. Dialoga con la mirada del espectador en palabras de colores múltiples que mezclan lo extraño de lo oscuro, con el deseo de hacer transparente la ilusión.
Es ese paisaje que sale del pincel maestro, según el humor del que mira mas allá del cielo, del mar. Diluida la forma, a la manera de un maestro inglés que inspiró a impresionistas.

Yezid en poeta:

La desesperanza inunda al poeta.
La certeza de estar habitado de soledad, de univocidad real, donde han desaparecido los amigos. Es otra su realidad con el paso del tiempo, es otro en lo simple y lo inasible que debió ser mas inútil, menos real.
Su palabra es despedida, es fiesta aletargada, es efímero dolor y dolor del otro.
Su canto es parodia inocente de la tonada de su embriaguez, que reclama el lugar de la utopía. Es victoria ilusa, que es la vida. Repitiendo siempre un coro: El dolor.
Se permite el poeta descifrar su otro oficio, el de pintor y nos dice:
Paisaje



Desde el paisaje

Que no alteran las palabras

Pequeñas aves cruzan el espacio.

Su vuelo,

anhelada forma

que a los ciegos no desvela,

no pregona el movimiento,

es el movimiento.

Y tal vez el código

de un delicado mensaje

que a través de signos y colores

continúa temblando en el misterio

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