Ouka Leele
Por: Vivian Murcia G. / Editora de El PortalVoz./ España.
Ouka Leele no necesita presentación. Premio Nacional de Fotografía 2005 es una de las artistas más reconocidas. También lo fue en la denominada «Movida madrileña» en la que disfrutó de la conjunción artística que daban la bienvenida a la modernidad en España. Hablamos con ella sobre su más reciente exposición titulada ‘A donde la luz me lleve’ que se exhibe en el espacio Conde Duque de Madrid hasta el próximo 29 de abril.
«Te voy a explicar mi historia», me dice Ouka Leele, y yo pienso que es mejor… no hay nada más apropiado que un artista que hable de sí mismo para conocerle, así, a través del uso de los adjetivos, los posesivos, el tutear, el no hacerlo… todo eso me da claves para saber bien quién es Bárbara Allende Gil de Biedma, más conocida como Ouka Leele. Al lector seguro que también le dará claves para conocerla.
Ouka Leele habla:
«Yo empecé con la fotografía en blanco y negro. En la escuela a la que iba les fascinaba mi trabajo porque veían un aire fresco. Por entonces, España estaba llena de fotógrafos que hacían fotos de señoras con velos negros y, de pronto, ver una fotografía totalmente espontánea de una adolescente, yo tenía 17 años, fue rompedor. Me quisieron llevar a todas partes, me llevaron a Nueva York, me llevaron a Arlés, que era la meca de la fotografía, y entonces conozco a personas como Ceesepe, El Hortelano y muchos amigos que se dedicaban al cómic. También era amiga de los Berlanga, hijos del director de cine, que me decían siempre que para ellos el arte tenía que ir hacia el cómic, que el cómic era el verdadero arte, a mí esto me sonaba raro, pero yo les admiraba. Entonces nos influimos mutuamente. Por casualidad me metí en una escuela de fotografía porque pienso que cualquier artista contemporáneo tiene que conocerla, y estos amigos del cómic me fueron tirando para que les hiciera fotos a sus cómics para poder hacer sus fanzines.Yo era muy jovencita, pero me fui a vivir a Barcelona, y no tenía dinero y encontré trabajo en revistas como ‘Playboy’ o ‘Penthouse’ porque necesitaba trabajar y en esas revistas, asó como en la underground ‘STAR’ fue dónde conseguí trabajo… Pero querían las fotos a color y yo las hacía sólo en blanco y negro, por esta exigencia por parte de los directores de arte de las revistas y mi necesidad perentoria de pintar empecé a pintar las fotos. Fue así como hice una mezcla entre la pintura y la fotografía y mucha gente se fue a saco contra mí, sobre todo, porque no aceptaban la intervención en la fotografía y yo pensaba que la foto es foto porque es foto no porque está en blanco y negro. La libertad es mi primera palabra. Yo creo que mis fotos son mucho más punkis, en todo caso, mira ahora me estoy definiendo a mí que no me gusta encasillarme. El caso es que las fotos de mis inicios tienen que ver más con el punk, los Sex Pistols, el pop y Andy Warhol que con Julia Margaret Cameron, y eso que me gusta mucho Margaret Cameron. Pero, en realidad, hay en ellas mucho Museo del Prado».
– Hizo un recorrido por Asturias durante un año para lograr esta exposición. ¿Qué le gustó y qué le chocó de esta región?
– Llegué a Asturias después de una exposición que hice en el Círculo de Bellas Artes de Madrid que era sobre la crueldad y lo más horrible del ser humano. Al llegar a Asturias tuve la sensación de estar en el paraíso porque llegué a un pueblecito y desde la ventana veía la montaña de enfrente que era el Monsacro y las nubes estaban muy cerca. Estaba en una Asturias muy rural y muy misteriosa. Nada más llegar llegamos había unos chicos que estaban asando comida y nos invitaron a cenar y me empezaron a contar sobre los personajes de la mitología asturiana y, por eso, creo que entré por una puerta muy mágica.
Nada me chocó.
– ¿Cómo captar una cultura, como la asturiana, a través de una fotografía como la suya que es muy moderna?
– Como todavía estoy tan metida en la exposición no sé los espectadores qué piensan, si lo ven moderno o lo ven muy rural, para mí es un equilibrio entre las dos cosas, quizás.
Creo que toda mi obra, desde que comencé, está basada en mi propia experiencia y en mi propia verdad, todo refleja mi vida aunque sea un encargo.
– ¿Usted se considera moderna en sus fotos?
– Yo es que no me considero nada, los encasillamientos no los entiendo muy bien, pero me imagino que sí que he buscado, al principio, un lenguaje propio, después he ido contra el estilo porque es una cárcel para el espíritu. Me recuerdo muy joven yendo a París y a cualquier ciudad de Europa, a Nueva York, también, y en todas las librerías me metía a ver libros de fotografía. Buscaba la fotografía que necesitaba, hasta que me di cuenta que buscaba la mía, porque en fotografía siempre me ha parecido que el autor, su alma, quedaban escondidos detrás de la cámara. Muy pocos autores despertaban mi interés, sólo los que iban más allá y abrían en mí algo más profundo, Man Ray fue el primero que me hizo aceptar la fotografía como herramienta para mi lenguaje.
– En algún periódico leí que se define a esta exposición como una «pieza de realismo mágico» ¿Qué piensa de ese calificativo?
– Primero quiero decir que Gabriel García Márquez me encanta. Cien años de soledad me volvió loca, lo devoré, me fascinaba el lenguaje y me parece que es real todo lo que cuenta. Creo que la realidad es mágica entonces no me parece un mal calificativo.
– ¿Qué calificativo usaría usted realmente para describir su exposición?
– Ufff… es que yo estoy harta de entrar en exposiciones donde cada cuadro o cada fotografía son del mismo tamaño … como que todo es lo mismo. En mi obra, cada fotografía es única, es todo un mundo. No puedo definir una exposición porque cada obra es ya una exposición en sí misma.
– En 2005 le otorgan el Premio Nacional de Fotografía ¿Cómo le cambió la vida?
– Por la época de 2004 yo había dejado la fotografía totalmente y estaba pintando un mural en Murcia de 300 metros cuadrados. El Premio Nacional el que me hizo volver a la fotografía que yo pensaba que era una etapa acabada, además, estábamos entrando en todo lo digital y no me apetecía, ni me gustaba, ni entendía nada y no veía calidad. Pensaba que la fotografía se estaba destruyendo, luego sí encontré calidad y cada vez hay más calidad.
Recibí el Premio porque es un honor y supone muchas cosas para un artista, yo pensaba que sí esperaba un poco más… me darían el de artes plásticas, hubiera sido increíble. Me hacía falta el dinero que te dan con el Premio, no podía decir que no y, a partir de ahí, sí hubo un cambio en cuanto a ingresos, pero casi todos los encargos de fotografía. Eso me ha llevado a tener que aparcar un poco la pintura, pero la tengo siempre ahí a mi lado porque es mi pasión.
Fue una lucha para mí el que no se me etiquetara como fotógrafa porque es no entenderme. Puedo tocar muchas vías: la pintura, el dibujo, el vídeo, la performance, la poesía… por eso después del Premio, cuanto más hago fotografía más miedo me da que me encasillen de nuevo y me falte la libertad que necesito como artista.
El Premio Nacional también hizo que me metiera de lleno a lo digital porque la exposición que se hizo por este Premio está toda digitalizada de negativos que hice a lo largo de mi vida. Estuve casi un año trabajando en ella, en el laboratorio de José María Mellado y aprendí muchísimo de Photoshop que, para mí, era algo totalmente nuevo. Fue muy interesante porque ellos me aportaron la técnica y yo les aporté toda mi experiencia de pintar sobre la fotografía y al final hicimos una fusión de las dos cosas para conseguir el resultado que yo buscaba.
– ¿Cuál es su opinión de los Premios Nacionales de Fotografía?
– No los veo como una cosa política porque cada año el jurado es diferente, si fuera siempre el mismo jurado a lo mejor sería el mismo tipo de premiado. Yo he estado en dos ocasiones en el jurado. En el primero que estuve se lo dimos a Cristina García Rodero y no había ninguna discusión y, desde entonces, sólo hay tres mujeres con el Premio y bueno, ahora también Colita que lo ha rechazado pero que para mí ya está premiada aunque no lo haya aceptado.
Me parece que un Premio Nacional está muy bien para el que lo recibe porque es un gran reconocimiento a toda su trayectoria y eso repercute en su trabajo, pero también me parece absurdo porque el que te hayan dado un sello o un Premio Nacional, la gente crea más en ti… podían creer antes del premio ¿no? o podían creer en alguien que nunca tuviera un premio. La obra es la que vale y la que importa.
– Colita lo rechaza y causa admiración porque lo hizo como un modo de protesta ¿qué pensó usted en ese momento?
– Pienso que es muy valiente rechazándolo y, por otro lado, pienso que el Premio no se lo da el Ministro de turno o el partido político contra el que ella protesta, lo decide un jurado que es del pueblo y el dinero es del pueblo.
Yo no rechazaría el Premio, en todo caso, rechazaría recibirlo de las manos del político contra el que pudiera querer protestar, tampoco lo rechazaría porque el Premio conlleva una exposición que va a ver la gente del país en el que vivo, gente que a través de un jurado especializado me lo otorga. Hay que saber que los artistas, o los fotógrafos no tenemos facilidad para reproducir nuestra obra, producir una exposición es muy caro y, en fotografía, tenemos muchos archivos que nunca han visto la luz por falta de medios, el Premio Nacional es una gran ayuda para quien lo recibe y para el público que va a poder disfrutar de la obra inédita. Contra el político hay que hacer otras cosas.
– ¿Qué hay que hacer contra el político desde las artes?
– Muchas cosas (risas) se puede juntar la gente y hacer manifestaciones, hacer un manifiesto. Yo creo que mi responsabilidad como artista es mi obra. En este momento de mi vida no quiero entrar en política, ni en solidaridades, en este momento de mi vida quiero aportar al mundo belleza porque hace mucha falta. Mi revolución es esta, recordar la belleza.
Lo digo después de haberme metido de lleno en un trabajo con la periodista congoleña Caddy Adzuba que estaba amenazada de muerte en su país por estar defendiendo los derechos de las mujeres que sufren la mayor crueldad, que es la de las guerrillas que se enfrentan por conseguir el coltán, que sirve para fabricar los teléfonos móviles; estamos todos implicados pasivamente… Hice una película en la que ella relata las cosas más atroces que un ser humano pueda vivir como es el que una mujer le pongan como comida a sus hijos después de haberlos matado, sin que ella lo sepa… La puedes ver, está en Youtube en tres idiomas, se titula ‘PourQuoi?’
Al acabar este trabajo, que culminó con una exposición en el Círculo de Bellas Artes en torno a la película y en la que tuve que trabajar con calaveras humanas, cuerpos de muertos con los que trabajaban los estudiantes de medicina… El dolor más horrible, un trabajo basado en la solidaridad, me planteé profundamente ¿qué quiero aportar yo al mundo? y fue cuando entré en el trabajo que vemos ahora sobre Asturias, fue un auténtico bálsamo para mí, como creo que lo está siendo para el público.
Prefiero ayudar de cerca y eso es lo que hago.
– ¿Qué significó para usted la ‘Movida madrileña’?
– Pues una suerte porque pude convivir con artistas de mi generación muy buenos, muy trabajadores, fue un privilegio. Fue un momento muy enriquecedor porque pudimos encontrarnos varios artistas con varios intereses, y ahí me quedo, porque todo lo demás que hubo alrededor, drogas y mucha libertad mal usada, pues me duele mucho.
– Dicen algunos académicos que es difícil que la fotografía sea reconocida como arte ¿Usted se siente más artista que fotógrafa?
Ouka Leele: Ahora la fotografía está muy bien considerada pero sí que es verdad que fue una lucha conseguirlo. Me considero un poco Juana de Arco, como muchos de mis compañeros, he trabajado mucho para que la fotografía esté igual de considerada que la pintura, de hecho como yo estoy a caballo entre la pintura y la fotografía he sido utilizada para introducir la fotografía en los museos. Yo recuerdo que cuando estuve por primera vez en el jurado del Premio Nacional de Fotografía éste tenía una remuneración que correspondía a la mitad de la del Premio Nacional de Pintura por lo que hicimos que constara en el acta que tenía que igualarse al de pintura. Cuando me dieron a mí el Premio, quizá en honor a esa petición que hice y que todo el jurado apoyó, fui la primera que recibió el mismo dinero que el Premio Nacional de Pintura, desde entonces es así.
Ser mujer, ser fotógrafa, son dos cosas que entran dentro de los grupos más débiles ¿no? entonces ha sido una lucha fuerte pero ahí estamos y, ahora mismo, la fotografía es un lenguaje que todos utilizamos, que todos lo vemos muy actual y es necesario porque los artistas en cada época, han utilizado herramientas y lenguajes de su época; la fotografía es el lenguaje por excelencia de nuestro presente.
– Alguna persona crítica me comentaba que su fotografía no ha sido aceptada ni por la fotografía ni por la pintura ¿Qué opina usted de esto?
– No es cierto, claro está que habrá gente a la que no le guste mi obra, sería preocupante gustarle a todo el mundo, sobre todo, me daría terror gustarle a quienes dicen esas cosas, parecen tener una visión muy pobre e ignorante del arte, queriendo asfixiar a los artistas poniendo límites a la creación. Me encanta, porque no tengo por qué ser fotógrafa ni pintora, puedo ser lo que me apetezca, lo que quiera y utilizar los materiales que prefiera. Soy libre de toda atadura para expresarme. Por eso, te dije que no soy nada y que me gustaría definirme como artista porque ahí soy libre. Ni fotógrafa ni pintora, pero también pintora, fotógrafa, dibujante, poeta y lo que necesite para profundizar en mi interior y dar a los demás lo mejor.
Esa crítica seguro que viene de alguien muy rígido y lleno de telarañas; telarañas encarceladoras y castradoras de la libertad de expresión que yo nunca he tenido. Ese punto de vista me parece algo muy triste y apolillado.